Hay discos que nos acompañan en la penumbra de la soledad y que crean armonías dentro de nuestra habitación mental mientras las voces de cada emoción se funden en un suave ritmo oceánico, tan grande como íntimo. Sólo aquellas melodías que remueven el corazón son capaces de expandir sus ondas a través del silencio, oyéndose con los ojos cerrados o bien abiertos para sentirnos en el firmamento.

El contenido de esta entrevista nace de la experimentación de este estado de penumbra, en el cual el arte sonoro de Andrés Morales ha sido mar, espacio recóndito y lenguaje sin verbo.

Si bien su lugar de nacimiento fue Talcahuano, Andrés ha vivido la mayor parte del tiempo en Concepción, siendo el barrio Puchacay su actual base creativa. Licenciado en Sociología, la experimentación en torno al arte sonoro ha generado la mayor parte de su trabajo.

En una tarde soleada, Andrés nos recibe en el patio de su hogar, un espacio habitado por plantas de distintos tipos junto a una bañera intervenida, semidecorada. Se oyen aves.

– Hola Andrés, cierto es que tienes inquietudes expresivas. ¿Cómo podrías resumir tu trabajo?

– Me gusta desempeñarme en proyectos que relacionan la música y lo visual, cuya hibridación son las artes mediales. Llegué a ésta comenzando por la música sumada a inquietudes filosóficas o de índole intelectual derivadas de mis estudios más formales. El encuentro con otras personas también ha sido importante para conectar distintas ideas. Con algunas de estas personas, hace unos años atrás, formamos el colectivo Gimnasia Visual Sonora. A partir de la experiencia obtenida en este colectivo pude derivar la música hacia otras vías de exploración, tanto de manera individual como en compañía. Con mis amigos creadores sentimos que hacer música siempre de la misma manera nos aburría un poco, sentimos que había mucho más potencial en la improvisación, en la sonoridad de lo espontáneo.

– ¿Y cómo se generó la búsqueda audiovisual?

– Cuando estaba en la universidad noté que había una carencia de formas diferentes de expresar las investigaciones sociológicas que se hacían, que no fueran papers o formato Word. Me interesó la investigación audiovisual para abordar la investigación social. Cuando terminé de estudiar, junto con un compañero, formamos la productora Ciénaga Comunicaciones, que actualmente integro junto a Arturo Barra, cineasta, quien ayudó mucho para avanzar hacia un enfoque documental y con quien, también, fundamos el sello Suto Records y Utopía Bucanera.

– Háblanos de Jardín de Eulogia y de sus discos. Océano Primordial le hace honor a su nombre.

– Es un proyecto mucho más ambient, conectado con la libertad de jugar con lo que vaya naciendo y la introspección. Eulogia es el nombre de una diosa adorada por algunos grupos de poder, lo que leí en algunas lecturas. Cuando nació Océano Primordial me estaba refugiando bastante en la meditación y experimentando con melodías más repetitivas, con un concepto de lo simple conectado a todas las cosas, borrándose la idea de individualidad.

-¿ Y por qué elegiste la electrónica como herramienta de creación?

– Con la electrónica se pueden generar ritmos y melodías con otra forma de entender el tiempo. El feedback, por ejemplo, permite que dos señales generen una especie de loop. Descubrí la simpleza de poder dejar algo sonando en el tiempo y que prescinda de tu cuerpo para poder hacerlo. Me gusta la música que da un tono por harto rato.

– ¿Qué piensas del arte, en general?

– Yo creo que es tan simple como la exploración personal dentro de lo colectivo, de estar con otros. El aprender con otros y colectivizar procesos mientras nos hacemos preguntas.

Texto y Fotografía: Constanza Aracena Lobos.

constanza@thepenquist.com

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